25 abril 2011

LOS 2 PRIMEROS GANADORES

ESTOS SON NUESTROS 2 PRIMEROS GANADORES

Felipe Eduardo Moya Plaza
@Feliedu

Los colores se llevan en el corazón. Cuando se juega un clásico, los 90 minutos son de infarto, no existe nada más importante que la pasión, los nervios, la rabia, el goce de un gol de Marcelo Salas, Rivarola, Gioino, Heidi Gonzalez y salir victorioso. Lo demas está demás.

Siempre recordaré el clásico de 1995 en el Nacional. Yo tenía 9 años, mi papá nunca fue de ningún equipo, pero siempre y solo por molestarme estaba en contra de la U: En aquel entonces yo jugaba en una escuela de la U en Recoleta, jugaba de "11"  igual que Matador. Aquel sábado anterior al clásico, se jugaba un partido especial entre la U y Colo colo como previa. Al igual que los del primer equipo, nosotros sabíamos que era el partido que había que ganar en el año, la rivalidad de los dos equipos se trasladaba a las canchas de Recoleta, las barras eran las familias, habían bombos, papel picado y como niño de 9 años el nerviosismo se apoderaba de los 11 que salíamos a la cacha.

Cuando salí en la nómina titular del equipo, le prometí a mi viejo que iba a hacer un gol, para que no molestara más y que se lo iba a dedicar. Y Así fue, el equipo ganó 2 - 0  sobre Colo colo con un gol mio en el segundo tiempo. Corrí hacia la pequeña galería que había el borde de la cancha, hice reverencia a matador con el dedo hacia el cielo y le mostré el numero 11 de la espalda a mi papá.
Donde está la gracia? - El clásico siguiente en el Nacional, la U le gana a CC por 2 - 0 con gol del "polaco", previo pase del Leo Rodriguez. Y el segundo, Matador, toque suave y a cobrar.
Fue tan parecido el GOL, el resultado, la emoción, la adrenalina, y la satisfacción de ganar, que hasta siempre papá [que ya no esta con nosotros] recordó ese fin de semana. Y como penitencia, no me molestó nunca más cuando se viene un clásico. Supo lo que era anotar en un partido tan importante, sin importar la edad, de una u otra manera sé que Salas y yo sentimos lo mismo al anotar contra el CC.
Él salio campeón, se fue a Argentina y gano mucho dinero; Yo, debo haber tenido una once con la familia y una docena de completos en la mesa. jajaja.


2. Mi inolvidable primera vez

Por Fernando Contreras A.

Por “tradición” familiar estaba -literalmente- obligado a ser hincha de Colo Colo. No había otra opción. Así me lo decía mi bisabuelo, abuelo, padre, tíos, primos. Entonces, claro, cómo no; nací con la camiseta blanca puesta. De hecho, antes de caminar, hablar o tener conciencia, ese indio estaba en casi todo lo que tenía que ver conmigo: ropa, toalla, platos, vasos, sábanas, cojines, etc.

Pasó el tiempo y, conforme adquirí algo de razón, entendí que en mi vida sólo existirían dos colores: el azul y el rojo. En contra de todos, como el soldado solitario que dispara por inercia cuando la batalla ya está perdida, me hice hincha de la Universidad de Chile.

Ni siquiera sé por qué sucedió, ni mucho menos cuándo: sólo sé que me enamoré de estos colores. Desde ese momento, claro -como todo fanático azul que se precie de tal- tuve en mente la idea de ir al partido contra Colo Colo, pero a la barra de la U, donde -desde mi precoz e infante perspectiva- las cosas se veían más lindas, donde se gritaba con más fuerza y donde la gente era mejor.

Recuerdo que, como nadie de mi familia estaba dispuesto a acompañarme al estadio, empecé a ir cerca de los 11 años. Solo; con un par de vecinos algo mayores que, previo permiso de mi santa madre, me llevaban a “ver lo que era bueno”: Los de Abajo.

Pasó el tiempo y, sin embargo, jamás cumplí el sueño de ir al Superclásico. Eso, hasta aquella calurosa tarde de febrero del 2004.

La noche anterior, no pude dormir. A las siete de la mañana ya tenía puesta una camiseta que me habían prestado (mi papá jamás me compraría una). La ansiedad me consumía, las manos me sudaban, tenía agitado el corazón; quería partir luego rumbo al Nacional. Tenía trece años recién cumplidos y ese día sería mi primera vez.

Jamás podré olvidar esa jornada. De hecho, siempre que me lo preguntan, digo que aquella mágica tarde terminé de enamorarme de esta institución. Esta institución por la que muchas veces he dejado todo tirado, he peleado con mi polola o con mi papá. Ese día entendí y asumí que por el azul y el rojo daría la vida. Y después de ese partido entendí que ir en contra de la “tradición familiar blanca y negra”, había sido una de las mejores decisiones de mi vida.

Cierro los ojos, y aún puedo sentir el rugido de la gente con el primer gol de Rivarola y, fundamentalmente, con el segundo, de Iturra, que corrió 30 metros para ir a celebrar el gol con la hinchada.

Cierro los ojos, y aún puedo ver una silente e inmóvil barra de Colo Colo al otro lado del estadio. No podían creer que ese grupo de once jugadores con camiseta azul hubiese atropellado a su equipito y les hubiese encajado cuatro.

Terminó el partido y, por todos lados, escuchaba que tan expresivo marcador no se daba hace más de veinte años. La gente cantaba, reía, se abrazaba; era feliz. El fútbol; un maravilloso equipo de fútbol, nos hacía felices.

No olvido que la tarde fue larga; demasiado larga. Que después del partido, en la casa de unos “amigos” mayores, bebí mi primera cerveza y, por primera vez, besé a una mujer mayor que yo. Carolina; 17 años. Nunca más la vi.

Fue mi primera vez; la vez que entendí que mi amor por U es infinito, incansable, inagotable e incondicional.


**Los dos autores son ganadores de entrada tribuna andes para el clásico de este sábado.
Sigan participando, mañana se elegirán otras dos historias.
Agradecimientos: Carolina Zelada.

1 comentario:

  1. exelentes historias camaradas... yo tambien participe espero ganar. un abrazo

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