27 abril 2011

GANADORES 3 Y 4

GANADOR NÚMERO 3: NICOLÁS BERNAL


No sé si todo el mundo puede decir lo mismo que yo, quetiene un amigo desde la guata de la mamá. Obvio, si nuestras mamás se conocendesde hace muchos años y nuestros viejos también, nacimos con un mes exacto dediferencia y nos unen algunas cosas desde la cuna. Claro, los dos somos azulesy de corazón, vamos al estadio con nuestros viejos, hemos cantado, llorado,gritado y reído los 4 en un estadio de fútbol.


Su viejo, un viejo zorro, hincha del Ballet, de ese mismo deLeonel, el Zorro Álamos y el Tanque Campos y compañía limitada; el mío, chunchode siempre, aunque mi tata trató que fuera del Decano de todas formas, nunca loconsiguió, vió a la U campeón desde chico, pero estuvo largos 25 años singritar campeón, eso sí ni por un momento se le pasó por la cabeza desertar deese sentimiento que me traspasó desde que he tenido uso de razón.


Yo aún no tengo la posibilidad de vivir un clásico en cuerpoy alma en el Nacional, pero desde siempre los he seguido y aquí va mi historia.
Esto se remonta al 2001, con 11 años, yo y mi amigo, PabloLeal Pérez, nos juntamos como de costumbre a ver el clásico, más precisamente aescucharlo, mientras nuestros viejos trabajaban.  En aquellos tiempos recién estaba saliendo eseviejo cable “Sky” y como ninguno de los dos podía tener la antenita en la casatuvimos que parar las orejas no más, ya que no nos dejaban ir a la fuente desoda de la vuelta de la esquina porque se juntaba mucha zorra y éramosconocidos hinchas de la Gloriosa. Pusimos la radio a todo volumen y cerramos lapuerta para no molestar a la tía, mientras esperábamos el partido con el típiconerviosismo de antes que empiece a rodar la lindura.


Nuestras apuestas antes del partido eran que ganábamos conuñas y dientes, resultado nos daba lo mismo, el asunto era ganar. Empezaba elpartido y en nuestras cabezas nos imaginábamos todas las jugadas que teníanlugar en el hoyo de Macul. Sufríamos como siempre lo hemos hecho, y luego de unrato llegó una estocada que nos dejó helados y mirándonos con un dejo deamargura, escuchábamos un centro del Coto Sierra y se metía el Chama “sin” golque dejaba la pelota en el fondo. Quedaba partido y nuestra fe estaba intacta yfue así como luego de un rato y después de un par de avisos, tras un cabezazodel recordado bueno para empinar el codo, Arilson, le quedaba la pelota a DiegoGabriel, quien definía y dejaba a ese fleto del Rambo Ramírez sin opción ynacía esa imagen que siempre queremos ver en todos los clásicos, donde Rivarolase sube a la reja a celebrar con la polera de Gokú y a gritarlo con todos loscamaradas que estaban en Macul, nuestras esperanzas revivían aún más.  Nos íbamos al entre tiempo y pensábamos queel segundo era el nuestro.


Empezaba el segundo tiempo y al ratito otra estocada ennuestro pequeño, pero azul corazón cuando en un desborde el Scooby tenía malasuerte y mandaba la pelota en el arco nuestro, nos mirábamos helados otra vez,pero no duraba mucho la amargura porque en un par de minutos era Arilson quecruzaba un remate de zurda y nos hacía gritar de nuevo en la pieza el gol yahora sí que sí teníamos que matar.


Luego vendría una jugada del peruano Maestri, que tuvimos lasuerte de conocer en una pretemporada en Marbella, que le sacaban la pelota enla línea y confiábamos que sacábamos los 3 puntos. Después otra jugada delperuano de casi 190 centímetros y a la siguiente el Chamuca que pegaba y elarquero que tapaba, el rebote salía hacia el centro de la cancha y CarlosGarrido mandaba la pelota adentro, dejando a todos los azules en el estadiogritando como locos y a dos niños en Con-con que rompieron la voz igual como lohacían cada vez que nos tocaba ir al estadio, pero esta vez era con más ganas yse disfrutaba mejor.


Terminaba el partido y nosotros con nuestras poleras de la Ugritábamos, sacábamos las banderas y molestábamos al típico vecino zorra que tesube al columpio cuando perdíamos, mientras la tía movía la cabeza, sin entendermucho nuestra algarabía y nuestro método de gritarle cosas a todos los indiosque pasaban por la plaza después del partido.
En la noche esperamos a ver los goles y a disfrutar otravez, pero ahora con imágenes, de lo que había pasado en la tarde y en todos los noticieros.

GANADOR NÚMERO 4: MACA PINTO

Siempre  fui una alumna modelo en el colegio, tenía buenas notas y excelente comportamiento…excepto por una mancha en mi hoja de vida escolar. Me agarré a combos con una compañera…tenía 12 años e hice que le sangrara la nariz. Esa niña se rio de que me gustara la U. Eso. Simple, ella no entendía que me gustara un equipo que no ganaba una copa hacia años y me refregó en la cara que el “Eterno Campeón” había ganado una vez más el domingo. Y me suspendieron y me quede con la sensación de que había perdido.
Me cambiaron de colegio y nunca más la vi…hasta que una vez me la topé en el estadio…ella con su camiseta blanca llenita de estrellas, yo con mi camiseta azul llenita de amor incondicional…una vez más me saludo con una sonrisa sarcástica, yo sólo sonreí y seguí caminando…ese día en Temuco sabia que el gol de Rivarola era para ella….
Como el planeta es chico me la encontré en la micro…hace pocos días, me preguntó que si seguía yendo al estadio…yo le respondí que si…me contó que ella ya no iba, que no valía la pena…ahí me di cuenta que yo siempre había ganado, que ella siempre sería la perdedora de la historia porque no conoce lo que es vivir por los colores…yo sí.

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